sábado, 3 de diciembre de 2011

Àngeles - Iliana Hernàndez Arce



ÀNGELES

Hay ángeles sin cielo que de tan cotidianos, se ha vuelto cristalina su presencia para muchos. Son hombres, mujeres y niños que vuelan entre nubes de polvo; que con sus manos y su tímido estar, recolectan de nuestras calles las tristes materias que olvidamos en un jardín, que se fugan de nuestros autos y de nuestras manos en cualquier rincón. Y es extraño que no podamos escuchar su sonora presencia en acecho de una lata, una botella, un papel... ni podamos ver a esos seres de luces antiguas que se mantienen de pie a pesar nuestro. Son poemas sociales que no leemos, ángeles en desvelo para quienes el bienestar de otros les representa apenas un mísero ingreso y para nosotros (sociedad) una certeza ciega.

Iliana Hernàndez Arce

tomado de POESA-R15

viernes, 2 de septiembre de 2011

Mi Padre terco - Enrique Hernández DJesús

MI PADRE TERCO
Mi padre me dijo

"Hijo por qué no estudias plomería

Yo me quedé callado pero eso no me gustó mucho

Mi padre era patinador

y desde el día en que resbaló

y cayó al suelo y se rompió una pierna

y los médicos dijeron

que tenían que cortársela

llevó a la casa una jaula

allí metió cuarenta y tres gatos

a las seis semanas eran cuarenta y nueve

al pasar varios años había como doscientos diez

Pero un día mi padre no podía aguantar esos gatos

Y deliraba y decía

"Los gatos se comieron mi pierna"

Mi padre alquiló un camión y sobre él montó

A todos los gatos

Se los llevó a una ciudad como a quince horas

De nuestro pueblo

Allí los dejó

Pero los gatos todos los gatos regresaron

Y mi padre tuvo que aceptarlos de nuevo

A mi padre no le gustó la casa

Y por necesidad compró una más grande

Compró también ocho gallinas y doce conejos

Desarmó la jaula de los gatos y allí metió

Como ochenta y nueve loros y trece guacamayos

Yo nunca le reclamé

Ni le dije nada a mi padre

De tantos gatos loros y guacamayos

Ni siquiera me dio valor hablarle

De los conejos

Ni le pregunté por qué organizaba

Campeonatos de metras con sus amigos

En el patio que estaba detrás de la casa

Vivir así era insoportable

Pero yo nunca le dije nada a mi padre

Una vez se formó un gran lío por dos metras

Y todos los del equipo se agarraron a golpes

Por tres meses mi padre se olvidó

De jugar a las metras

Y de nuevo comenzó con los campeonatos

Yo recuerdo

Que él organizaba cinco equipos

La única condición que les ponía

Era que las metras estuviesen nuevas

En la entrada de la casa había un cartel

Que decía


No se aceptan metras usadas


El campeonato duraba dos o tres días

Y eso se realizaba cada dos o tres meses

Por lo general el equipo de mi padre

ganaba siempre

debe haber sido por lo del conocimiento del terreno


y sin embargo yo nunca le dije a mi padre nada


a mí me daba la impresión

de que estábamos

cada uno en una cosa diferente

pero el día que mi padre me dijo



"Voy a seguir haciendo estas cosas

creo que a mí me gusta ser así

y si un día de éstos no me encuentras

no te preocupes

es que me he transformado en gato

los gatos hijo mío no tienen

preocupaciones grandes

ni siquiera tienen problemas en el amor

conmigo ninguna mujer quiere hacer el amor

porque tengo una pierna cortada

eso lo hicieron los gatos

pero e ellos no les pasa eso

hijo mío por qué no aprendes plomería

con esa profesión vas ganar mucho dinero"

cuando mi padre me dijo eso

me di cuenta que mi padre estaba loco

deliraba mi padre

mi padre deliraba

o mi padre era terco

porque desde ese día

en que me marché de casa

me decía

"hijo mío aprende plomería"


mi padre terco

terco mi padre

quería que fuera plomero


después me fui de casa

me dediqué a otras cosas

trabajaba limpiando carros de helados

en puesto de buhoneros

limpiando automóviles modernos

vendiendo flores

de mesonero

otras veces vendía la prensa

o repartía leche en una bicicleta de la compañía

era portero de los cines

después secretario en una oficina

ascensorista

vendedor de lotería

apostador de caballos

pero no quise estudiar plomería


una mañana andaba

por la gran avenida

después de muchos años

de no saber de mi padre

y veo venir un hombre

que cargaba paquetes de basura

y llevaba amarrados con cuerdas a tres perros

tenía una barba toda descuidada

y verdaderamente una cara de loco

me acerco más y veo que la falta una pierna

entonces pensé

se parece a mi padre

lo agarré y lo abracé

y me dijo

"hijo he visto en la prensa

que eres un gran plomero
"


Enrique Hernández DJesús

martes, 26 de julio de 2011

Otro poema de los dones - Jorge Luis Borges



Gracias quiero dar al divino
laberinto de los efectos y de las causas
por la diversidad de las criaturas
que forman este singular universo,
por la razón, que no cesará de soñar
con un plano del laberinto,
por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,
por el amor, que nos deja ver a los otros
como los ve la divinidad,
por el firme diamante y el agua suelta,
por el álgebra, palacio de precisos cristales,
por las místicas monedas de Ángel Silesio,
por Schopenhauer,
que acaso descifró el universo,
por el fulgor del fuego,
que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,
por la caoba, el cedro y el sándalo,
por el pan y la sal,
por el misterio de la rosa,
que prodiga color y que no lo ve,
por ciertas vísperas y días de 1955,
por los duros troperos que en la llanura
arrean los animales y el alba,
por la mañana en Montevideo,
por el arte de la amistad,
por el último día de Sócrates,
por las palabras que en un crepúsculo se dijeron
de una cruz a otra cruz,
por aquel sueño del Islam que abarcó
mil noches y una noche,
por aquel otro sueño del infierno,
de la torre del fuego que purifica
y de las esferas gloriosas,
por Swedenborg,
que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,
por los ríos secretos e inmemoriales
que convergen en mí,
por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,
por la espada y el arpa de los sajones,
por el mar, que es un desierto resplandeciente
y una cifra de cosas que no sabemos,
por la música verbal de Inglaterra,
por la música verbal de Alemania,
por el oro, que relumbra en los versos,
por el épico invierno,
por el nombre de un libro que no he leído: Gesta Dei per Francos,
por Verlaine, inocente como los pájaros,
por el prisma de cristal y la pesa de bronce,
por las rayas del tigre,
por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,
por la mañana en Texas,
por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral
y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,
por Séneca y Lucano, de Córdoba,
que antes del español escribieron
toda la literatura española,
por el geométrico y bizarro ajedrez
por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,
por el olor medicinal de los eucaliptos,
por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
por el olvido, que anula o modifica el pasado,
por la costumbre,
que nos repite y nos confirma como un espejo,
por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,
por la noche, su tiniebla y su astronomía,
por el valor y la felicidad de los otros,
por la patria, sentida in los jazmines
o en una vieja espada,
por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,
por el hecho de que el poema es inagotable
y se confunde con la suma de las criaturas
y no llegará jamás al último verso
y varía según los hombres,
por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos
por morir tan despacio,
por los minutos que preceden al sueño,
por el sueño y la muerte,
esos dos tesoros ocultos,
por los íntimos dones que no enumero,
por la música, misteriosa forma del tiempo.



Jorge Luis Borges

jueves, 7 de julio de 2011

Yo, mi escondite - Ramòn Querales





Yo, mi escondite

Por verde de los árboles
dejo de mirar los árboles;
por oler el aroma de la rosa
y ver sus colores
paso desapercibida la rosa;
por oír el canto de los pájaros
y admirar sus colores
y envidiar sus vuelos
desconozco aún el más comùn
de los pájaros;
por ver el agua
se me escapa el río,
como la playa y las olas
y las velas y los peces
me ocultan el mar
y las luces y los carros,
las torres, la gente,
los puentes y túneles
no me permiten ver la ciudad.

Como yo
que en mis miedos y dudas,
verdades, mentiras,
afectos y odios,
remordimientos y olvidos,

me oculto.

Ramón Querales

Los que soñamos - Reynaldo Pèrez Sò

Los que soñamos
sentimos el sueño más hermoso

nos morimos temprano
porque no somos sueños
ni pájaros
y el aire nos pesa

sin embargo con todo
volvemos cada noche

para morirnos de otro sueño.

Reynaldo Pèrez So

miércoles, 29 de junio de 2011

Caída del cielo - Armando José Sequera


Caída del cielo

Poco después de casarse con la tía Petra, el tío Ramón Enrique se hallaba una noche rezando para sucediera un milagro y pudieran hallar vivienda, porque le habrían pedido desocupación de la casa donde vivían.
En eso una luz enorme pasó sobre su cabeza y le sancochó las plegarias. En el patio se escuchó un estruendo y las cuatro gallinas que tenídaan armaron un alboroto.
Cuando el tìo y la tìa fueron a ver, encontraron un meteorito en el fondo de un cràter y cerca de éste cuatro huevos cocidos que las gallinas acababan de poner, asustadas.
Durante mes y medio el tío Ramòn Enrique llenó el crater de hielo para enfriar el espacio y, tan pronto la pudo tocar, la sacó y la vendió.
Con el dinero comprò esta enorme casa donde vivimos, que por eso se llama "Caìda del cielo"

Armando José Sequera

sábado, 25 de junio de 2011

El enemigo verdadero - Jairo Anibal Niño


EL ENEMIGO VERDADERO...

 Un día me encontré cara a cara con un tigre y supe que era inofensivo.
En otra ocasión tropecé con una serpiente cascabel
y se limitó a hacer sonar las maracas de su cola y a mirarme pacíficamente.
Hace algún tiempo me sorprendió la presencia de una pantera
y comprobé que no era peligrosa.
Ayer fui atacado por una gallina, el animal más sanguinario
y feroz que hay sobre la tierra.
Eso fue lo que le dijo el gusanito a sus amigos.

Jairo Aníbal Niño

jueves, 23 de junio de 2011

Chireles - Eduardo Sanoja


En el dar sin esperar recibir
está la supervivencia superior:
la anónima

-o-

Somos un recuerdo
de nuestro propio sueño.

-o-

Compadece y envidia al artesano:
Sus necesidades y sus libertades
son del mismo tamaño.

-o-

Quiero vivir mientras tenga 
capacidad
para pensar y modificarme.

-o-
Existo, y es problema mío.
Si dios existe
es problema de él.

-o-

El respeto es un sentimiento,
no una hipocresía.

-o-

Un hombre sin memoria
es un muerto que camina.

-o-

No es necesario
meter el brazo
en la jaula del tigre
para averiguar si muerde.

-o-

No deseo mal ni bien a nadie
sólo deseo
que quien siembra tomates
recoja tomates.

-o-

¿Heredero de cuantiosa fortuna?
¡Antepasado ladrón!

-o-

Universitarios: Recuerden siempre
que quien graduó al primer médico
no era médico graduado.
Y asì todas las profesiones.

-o-

Analizar, jerarquizar, ejecutar
con orden y disciplina.
Lo contrario se llama fracaso.

-o-

¿La pesadilla del Norte
o el sueño del Sur?


Eduardo Sanoja

miércoles, 22 de junio de 2011

Cosas de la Tierra - José Ferreira Gullar




COSAS DE LA TIERRA

Todas las cosas de las que hablo están en la ciudad,
entre el cielo y la tierra.
Son todas ellas  cosas perecederas
y eternas como tu risa,
la palabra solidaria,
mi mano abierta
o este olvidado olor a cabellera
que vuelve
y enciende su llama inesperada
en el corazón de mayo.
Todas las cosas de las que hablo son de carne
como el verano y el salario
Mortalmente inscriptas en el tiempo,
están dispersas, como el aire,
en el mercado, en las oficinas,
en las calles, en los hoteles de paso.

Son todas ellas cosas
cotidianas, como bocas
y manos, sueños, huelgas,
denuncias,
accidentes de trabajo o del amor. Cosas,
de las que hablan los periódicos,
a veces duras
a veces tan oscuras
que aún la poesía las ilumina con dificultad.
Pero es en ellas donde te veo palpitando
mundo nuevo,
aún en estado de sollozos y esperanzas.

José Ferreira Gullar (Brasil)

miércoles, 8 de junio de 2011

Ustedes ganaron... Antonio Trujillo





Ustedes ganaron
constructores, comerciantes,
munícipes sin leyes
ni ordenanzas
para los ojos del paisaje.

Y nosotros vencidos frente
a la orfandad de las colinas,
de las viejas casas y su magnolia.

Sin Árbol
pulcro sobre el naciente.

Ustedes ganaron, sacerdotes,
falsos ecólogos, cronistas del rey
leguleyos, amigos de la canción
que olvida su propia historia.

Mientras la mariposa azul
de los caminos, se posa, duerme
sobre las plantas de tratamiento.

En verdad, ustedes ganaron
y Dios retira el mar, su fuerza.

Antonio Trujillo

sábado, 4 de junio de 2011

Oficio de poeta - Luz Helena Cordero Villamizar

Vìctor Vasarely - Universidad Central de Venezuela


Nos tocó cantar con la guitarra desafinada,
llorar cuando todos dormían,
hacer silencio en el jolgorio,
gritar a las paredes
que ni siquiera se derrumban
con palabras horrendas.
Nos ha tocado decir lo que nadie oye,
recibir bofetadas y bostezos,
la trampa del aplauso.
Nos dejaron las palabras
para empacar con ellas los regalos,
qué hacemos sentados en esta mesa
en la que sirven mordiscos de aire.
Cuando habíamos perdido la fe
alguien nos inventa un oficio
y aquí estamos, resistiendo,
preguntando quién se burla de nosotros,
pobres contorsionistas de los verbos.



Luz Helena Cordero Villamizar

viernes, 27 de mayo de 2011

sábado, 14 de mayo de 2011

Mentira Històrica -


En batalla singular, un ejército gigantesco fue vencido por el valor de un solo iluminado. Su resentido biógrafo, mutilado de guerra él mismo, en lugar de mencionar gigantes, consignó molinos.

Eduardo Gotthelf


sábado, 7 de mayo de 2011

Como pajaros en el aire - Peteco Carabajal




Las manos de mi madre
parecen pájaros en el aire,
historias de cocina
entre sus alas heridas de hambre.

Las manos de mi madre
saben que ocurre por las mañanas
cuando amasa la vida
horno de barro, pan de esperanza.

Las manos de mi madre
llegan al patio desde temprano.
Todo se vuelve fiesta
cuando ellas vuelan junto a otros pájaros.

Junto a los pájaros que aman la vida
y la construyen con el trabajo
arde la leña, harina y barro,
lo cotidiano se vuelve mágico,
se vuelve mágico.


Las manos de mi madre
me representan un cielo abierto
y un recuerdo añorado
trapos calientes en los inviernos.

Ellas se brindan cálidas,
nobles, sinceras, limpias de todo.
¿Cómo serán las manos
del que las mueve gracias al odio?

Peteco Carabajal


jueves, 5 de mayo de 2011

El Cataclismo de Damocles - Gabriel García Márquez






Un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres humanos habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán a la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo. Un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el tiempo de los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyos pájaros no encontrarán el cielo. Las nieves perpetuas cubrirán el desierto del Sahara, la vasta Amazonía desaparecerá de la faz del planeta destruido por el granizo, y la era del rock y de los corazones transplantados estará de regreso a su infancia glacial. Los pocos seres humanos que sobrevivan al primer espanto, y los que hubieran tenido el privilegio de un refugio seguro a las tres de la tarde del lunes aciago de la catástrofe magna, sólo habrán salvado la vida para morir después por el horror de sus recuerdos. La Creación habrá terminado. En el caos final de la humedad y las noches eternas, el único vestigio de lo que fue la vida serán las cucarachas.
Señores presidentes, señores primeros ministros, amigas, amigos:
Esto no es un mal plagio del delirio de Juan en su destierro de Patmos, sino la visión anticipada de un desastre cósmico que puede suceder en este mismo instante: la explosión -dirigida o accidental- de sólo una parte mínima del arsenal nuclear que duerme con un ojo y vela con el otro en las santabárbaras de las grandes potencias.

Así es: hoy, 6 de agosto de 1986, existen en el mundo más de 50.000 ojivas nucleares emplazadas. En términos caseros, esto quiere decir que cada ser humano, sin excluir a los niños, está sentado en un barril con unas cuatro toneladas de dinamita, cuya explosión total puede eliminar 12 veces todo rastro de vida en la Tierra. La potencia de aniquilación de esta amenaza colosal, que pende sobre nuestras cabezas como un cataclismo de Damocles, plantea la posibilidad teórica de inutilizar cuatro planetas más que los que giran alrededor del Sol, y de influir en el equilibrio del Sistema Solar. Ninguna ciencia, ningún arte, ninguna industria se ha doblado a sí misma tantas veces como la industria nuclear desde su origen, hace 41 años, ni ninguna otra creación del ingenio humano ha tenido nunca tanto poder de determinación sobre el destino del mundo.
El único consuelo de estas simplificaciones terroríficas -si de algo nos sirven-, es comprobar que la preservación de la vida humana en la Tierra sigue siendo todavía más barata que la peste nuclear. Pues con el sólo hecho de existir, el tremendo Apocalipsis cautivo en los silos de muerte de los países más ricos está malbaratando las posibilidades de una vida mejor para todos.
En la asistencia infantil, por ejemplo, esto es una verdad de aritmética primaria. La UNICEF calculó en 1981 un programa para resolver los problemas esenciales de los 500 millones de niños más pobres del mundo, incluidas sus madres. Comprendía la asistencia sanitaria de base, la educación elemental, la mejora de las condiciones higiénicas, del abastecimiento de agua potable y de la alimentación. Todo esto parecía un sueño imposible de 100.000 millones de dólares. Sin embargo, ese es apenas el costo de 100 bombarderos estratégicos B-1B, y de menos de 7.000 cohetes Crucero, en cuya producción ha de invertir el gobierno de los Estados Unidos 21.200 millones de dólares.
En la salud, por ejemplo: con el costo de 10 portaviones nucleares Nimitz, de los 15 que van a fabricar los Estados Unidos antes del año 2000, podría realizarse un programa preventivo que protegiera en esos mismos 14 años a más de 1.000 millones de personas contra el paludismo, y evitara la muerte -sólo en África- de más de 14 millones de niños.
En la alimentación, por ejemplo: el año pasado había en el mundo, según cálculos de la FAO, unos 565 millones de personas con hambre. Su promedio calórico indispensable habría costado menos de 149 cohetes MX, de los 223 que serán emplazados en Europa Occidental. Con 27 de ellos podrían comprarse los equipos agrícolas necesarios para que los países pobres adquieran la suficiencia alimentaría en los próximos cuatro años. Ese programa, además, no alcanzaría a costar ni la novena parte del presupuesto militar soviético de 1982.
En la educación, por ejemplo: con sólo dos submarinos atómicos tridente, de los 25 que planea fabricar el gobierno actual de los Estados Unidos, o con una cantidad similar de los submarinos Typhoon que está construyendo la Unión Soviética, podría intentarse por fin la fantasía de la alfabetización mundial. Por otra parte, la construcción de las escuelas y la calificación de los maestros que harán falta al Tercer Mundo para atender las demandas adicionales de la educación en los 10 años por venir, podrían pagarse con el costo de 245 cohetes Tridente II, y aún quedarían sobrando 419 cohetes para el mismo incremento de la educación en los 15 años siguientes.
Puede decirse, por último, que la cancelación de la deuda externa de todo el Tercer Mundo, y su recuperación económica durante 10 años, costaría poco más de la sexta parte de los gastos militares del mundo en ese mismo tiempo. Con todo, frente a este despilfarro económico descomunal, es todavía más inquietante y doloroso el despilfarro humano: la industria de la guerra mantiene en cautiverio al más grande contingente de sabios jamás reunido para empresa alguna en la historia de la humanidad. Gente nuestra, cuyo sitio natural no es allá sino aquí, en esta mesa, y cuya liberación es indispensable para que nos ayuden a crear, en el ámbito de la educación y la justicia, lo único que puede salvarnos de la barbarie: una cultura de la paz.
A pesar de estas certidumbres dramáticas, la carrera de las armas no se concede un instante de tregua. Ahora, mientras almorzamos, se construyó una nueva ojiva nuclear. Mañana, cuando despertemos, habrá nueve más en los guadarneses de muerte del hemisferio de los ricos. Con lo que costará una sola alcanzaría -aunque sólo fuera por un domingo de otoño- para perfumar de sándalo las cataratas del Niágara.

Un gran novelista de nuestro tiempo se preguntó alguna vez si la Tierra no será el infierno de otros planetas. Tal vez sea mucho menos: una aldea sin memoria, dejada de la mano de sus dioses en el último suburbio de la gran patria universal. Pero la sospecha creciente de que es el único sitio del Sistema Solar donde se ha dado la prodigiosa aventura de la vida, nos arrastra sin piedad a una conclusión descorazonadora: la carrera de las armas va en sentido contrario de la inteligencia.

Y no sólo de la inteligencia humana, sino de la inteligencia misma de la naturaleza, cuya finalidad escapa inclusive a la clarividencia de la poesía. Desde la aparición de la vida visible en la Tierra debieron transcurrir 380 millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros 180 millones de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para que los seres humanos a diferencia del bisabuelo pitecántropo, fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y de morirse de amor. No es nada honroso para el talento humano, en la edad de oro de la ciencia, haber concebido el modo de que un proceso milenario tan dispendioso y colosal, pueda regresar a la nada de donde vino por el arte simple de oprimir un botón. Para tratar de impedir que eso ocurra estamos aquí, sumando nuestras voces a las innumerables que claman por un mundo sin armas y una paz con justicia. Pero aún si ocurre -y más aún si ocurre-, no será del todo inútil que estemos aquí. Dentro de millones de millones de milenios después de la explosión, una salamandra triunfal que habrá vuelto a recorrer la escala completa de las especies, será quizás coronada como la mujer más hermosa de la nueva creación. De nosotros depende, hombres y mujeres de ciencia, hombres y mujeres de las artes y las letras, hombres y mujeres de la inteligencia y la paz, de todos nosotros depende que los invitados a esa coronación quimérica no vayan a su fiesta con nuestros mismos terrores de hoy. Con toda modestia, pero también con toda la determinación del espíritu, propongo que hagamos ahora y aquí el compromiso de concebir y fabricar un arca de la memoria, capaz de sobrevivir al diluvio atómico. Una botella de náufragos siderales arrojada a los océanos del tiempo, para que la nueva humanidad de entonces sepa por nosotros lo que no han de contarle las cucarachas: que aquí existió la vida, que en ella prevaleció el sufrimiento y predominó la injusticia, pero que también conocimos el amor y hasta fuimos capaces de imaginarnos la felicidad. Y que sepa y haga saber para todos los tiempos quiénes fueron los culpables de nuestro desastre, y cuán sordos se hicieron a nuestros clamores de paz para que esta fuera la mejor de las vidas posibles, y con qué inventos tan bárbaros y por qué intereses tan mezquinos la borraron del Universo.

Gabriel García Márquez

Discurso pronunciado el 6 de agosto de 1986, en el aniversario 41 de la bomba de Hiroshima.
Ixtapa. México, 1986.


viernes, 29 de abril de 2011

Discurso de Ana María Matute, al ingresar a la Academia de la Lengua



Defensa de la fantasía

Tengo que pronunciar un discurso y yo no sé pronunciar discursos. Apelo, pues, a vuestra benevolencia y os ruego que aceptéis estas palabras mías como la expresión de lo único que soy capaz de hacer y de la única razón por la que he llegado hasta aquí: yo soy una contadora de historias.
Por ello, desearía aprovechar esta ocasión tan extraordinaria para hacer un elogio, y acaso también una defensa, de la fantasía y la imaginación en la literatura, que son para mí algo tan vital como el comer y el dormir, y que opongo a la aridez de la actitud que tan a menudo nos rodea, que se niega a ver la dimensión espiritual de lo material.
Así, es mi intención invitaros, en este discurso mío tan poco erudito y tan poco formal, a ensayar una incursión en el mundo que ha sido mi gran obsesión literaria, el mundo que me ha fascinado desde lo más temprano de la infancia, que desde niña me ha mantenido atrapada en sus redes: el «bosque» que es para mí el mundo de la imaginación, de la fantasía, del ensueño, pero también de la propia literatura y, a fin de cuentas, de la palabra.
Y desearía hacerlo bajo la invocación de «Alicia en el país de las maravillas», con los siguientes versos: «Recibe, Alicia, el cuento y deposítalo / donde el sueño de la Infancia / abraza a la Memoria en lazo místico, / como ajada guirnalda / que ofrece a su regreso el peregrino / de una tierra lejana».
El momento en que Alicia atraviesa la cristalina barrera del espejo, que de pronto se transforma en una clara bruma plateada que se disuelve invitando al contacto con las manitas de la niña, siempre me ha parecido uno de los más mágicos de la historia de la literatura, quizá el que ofrece un mito más maravilloso y espontáneo: el deseo de conocer otro mundo, de ingresar en el reino de la fantasía a través, precisamente, de nosotros mismos.
Porque no debemos olvidar que lo que el espejo nos ofrece no es otra cosa que la imagen más fiel y al mismo tiempo más extraña de nuestra propia realidad. Desearía, pues, exhortaros a participar, durante el breve tiempo de este atípico discurso, de la fascinación que sin duda constituye la cifra de mi obra, y acaso también de mi vida: la posibilidad de cruzar el espejo e internarse en el bosque de lo misterioso y de lo fantástico, pero también del pasado, del deseo y del sueño.No pretendo que abandonemos este mundo, nuestro mundo, sino tan sólo que nos aventuremos por unos instantes en los otros mundos que hay en éste.
Es ésta una fascinación eminentemente literaria, pero no sólo. Porque los bosques siempre han sido importantísimos para mí. Su mera imagen siempre me ha sugerido toda suerte de historias y leyendas, de recuerdos que ignoraba poseer, pero que estaban ahí, confundidos entre los árboles o escondidos en la espesura de los zarzales.
Antes de saber leer, los libros eran para mí como bosques misteriosos. Me acuciaba una pregunta: ¿cómo es posible que de aquellas páginas de papel, de aquellas hormiguitas negras que la surcaban se levantara un mundo ante mis ojos, mis oídos y mi corazón de niña? ¿Qué clase de magia, de sortilegio era aquel que sobrepasaba cuanto yo vivía y cuanto vivía a mi alrededor? Criaturas, deseos, sueños, personas y personajes, y tiempos desconocidos bullían allí. De pronto, la palabra hablada se orientaba entre los árboles y los matorrales, descorría el velo y hacía que apareciesen ante mis ojos cuantas innumerables miradas, memorias y atropellos pueblan el mundo. «Cuando yo sea mayor –pensaba– haré esto». Ni siquiera sabía que «esto» era participar del mundo imaginario de la literatura.
Después, cuando ya había aprendido a descifrar esos signos misteriosos, la primera vez que leí la palabra «bosque» en un libro de cuentos, supe que siempre me movería dentro de ese ámbito. Toda la vida de un bosque –misterioso, atractivo, terrorífico, lejano y próximo, oscuro y transparente– encontraba su lugar sobre el papel, en el arte combinatorio de las palabras. Jamás había experimentado, ni volvería a experimentar en toda mi vida, una realidad más cercana, más viva y que me revelara la existencia de otras realidades tan vivas y tan cercanas como aquella que me reveló el bosque, el real y el credo por las palabras.
Porque el bosque era el lugar al que me gustaba escapar en mi niñez y durante mi adolescencia; aquél era mi lugar. Allí aprendí que la oscuridad brilla, más aún, resplandece; que los vuelos de los pájaros escriben en el aire antiquísimas palabras, de donde han brotado todos los libros del mundo; que existen rumores y sonidos totalmente desconocidos por los humanos, que existe el canto del bosque entero, donde residen infinidad de historias que jamás se han escrito y acaso nunca se escribirán.
Todas esas voces, esas palabras, sin oírse se conocen, en el balanceo de las altas ramas, en la profundidad de las raíces que buscan el corazón del mundo. Allí presentí y descubrí, minuto a minuto, la existencia de innumerables vidas invisibles, el rumor de sus secretos comunicándose de hoja en hoja, de tallo en tallo, de gota en gota de rocío, conducidos a través del bosque por los diminutos habitantes de la hierba.
Percibí claramente el curso de los ríos escondidos y el sueño de las tormentas apagadas, que duermen incrustadas en las cortezas de los viejos troncos, aún fosforescentes. El aire del bosque entero parece sacudido, vibra, se cruza de relámpagos fugaces. Los gritos de todos los pájaros heridos, el último lamento de los ciervos inmolados, la sombra de los niños perdidos en la selva, miles y miles de gritos, todos los gritos vagabundos y los que anidan en los huecos de los árboles, parecen uno solo, terrible y armónico a la vez.
Es la antiquísima voz que se eleva desde lo más profundo de la primera historia contada. Es la historia de todas las historias que siempre quise y quiero contar (...)
Al contrario de los otros niños, empezó a gustarme ser castigada en el cuarto oscuro. Comencé a sentir y saber que el silencio se escucha y se oye, y descubrí el fulgor de la oscuridad, el incomparable y mágico resplandor de la nada aparente.
De la oscuridad surgía, gracias a las fantasías y a las palabras, un mundo idéntico al de los bosques, un mundo irreal pero, al mismo tiempo, más real aún que el cotidiano, un mundo que pronto se convertiría para mí en una auténtica tabla de salvación. Si no hubiese podido participar del mundo de los cuentos y si no hubiese podido inventarme mis propios mundos, me habría muerto.
Así de reales eran aquellos mundos en los que me sumergía, porque los llamados «cuentos de hadas» no son, por supuesto, lo que la mayoría de la gente cree que son. Nada tienen que ver con la imagen que, por lo general, se tiene de ellos:historias para niños, a menudo estupidizadas y trivializadas a través de podas y podas «polìticamente correctas», porque tampoco los niños responden a la estereotipada imagen que se tiene de ellos.
Los cuentos de hadas no son en rigor otra cosa que la expresión del pueblo: de un pueblo que aún no tenía voz, excepto para transmitir de padres a hijos todas las historias que conforman nuestra existencia. De padres a hijos, de boca en boca, llegaron hasta nosotros las viejísimas leyendas.
Pero en esas leyendas, en aquellos «cuentos para niños» –que, por otra parte, fueron recogidos por escritores de la talla de Andersen,Perrault y los hermanos Grimm, por ejemplo– se mostraban sin hipócritas pudores las infinitas gamas de que se compone la naturaleza humana.Y allí están reflejadas, en pequeñas y sencillas historias, toda la grandeza y la miseria del ser humano. (...)
No desdeñemos tanto la fantasía, no desdeñemos tanto la imaginación, cuando nos sorprenden brotando de las páginas de un libro trasgos, duendes, criaturas del subsuelo. Tenemos que pensar que de alguna manera aquellos seres fueron una parte muy importante de la vida de hombres y mujeres que pisaron reciamente sobre el suelo y que hicieron frente a la brutalidad y a la maldad del mundo gracias al cultivo de una espiritualidad que les llevó a creer en todo: en el rey, en los fantasmas, en Dios, en el diablo...
El abandono de la barbarie de alguna forma va ligado a esas creencias, a esa fe ingenua e indiscriminada. No seamos tan descreídos, no tanto como para imponer la desmemoria al conocimiento, si no queremos encontrarnos, al final, con las manos vacías. No olvidemos que el diablo entra en todos los conventos, que Dios reside en todas las criaturas vivas del mundo, que la palabra descubre, desentierra del olvido o de la indiferencia futura aquello que nos hace distintos de las bestias.
Siempre he creído, y sigo creyendo, que la imaginación y la fantasía son muy importantes, puesto que forman parte indisoluble de la realidad de nuestra vida.
Cuando en literatura se habla de realismo, a veces se olvida que la fantasía forma parte de esa realidad, porque, como ya he dicho, nuestros sueños, nuestros deseos y nuestra memoria son parte de la realidad. Por eso me resulta tan difícil desentrañar, separar imaginación y fantasía de las historias más realistas, porque el realismo no está exento de sueños ni de fabulaciones..., porque los sueños, las fabulaciones e incluso las adivinaciones pertenecen a la propia esencia de la realidad.
Yo escribo también para denunciar una realidad aparentemente invisible, para rescatarla del olvido y de la marginación a la que tan a menudo la sometemos en nuestra vida cotidiana.
Porque escribir, para mí, ha sido una constante voluntad de atravesar el espejo, de entrar en el bosque. Amparándome en el ángulo del cuarto de los castigos, como apoyada en algún silencioso rincón del mundo, me vi por vez primera a mí misma, avanzando fuera de mí, hacia alguna parte a donde deseaba llegar. Hacia una forma de vida diferente, pero certísima, aunque nadie más que yo la viera. En las sombras surgía, de pronto, la luz; recuerdo que ocurrió un día, al partir entre mis dedos un terrón de azúcar y brotar de él, en la oscuridad, una chispita azul. No podría explicar hasta dónde me llevó la chispita azul: sólo sé que todavía puedo entrar en la luz de aquel instante y verla crecer. Es eso lo que me ocurre cuando escribo.(...)
Porque escribir es, qué duda cabe, un modo de la memoria, una forma privilegiada del recuerdo; yo sólo sé escribir historias porque estoy buscando mi propia historia, porque acaso escribir es la búsqueda de una historia remota que yace en lo más profundo de nuestra memoria y a la que pertenecemos inexorablemente.
Escribir es como una memoria anticipada, el fruto de un malestar entreverado de nostalgia, pero no sólo nostalgia de un pasado desconocido, sino también de un futuro, de un mañana que presentimos y en el que querríamos estar, pero que aún no conocemos, una memoria anticipada, más fuerte aún que la nostalgia del ayer, nostalgia de un tiempo deseado donde quisiéramos haber vivido.
La literatura es, en verdad, la manifestación de ese malestar, de esa insatisfacción expresada de tantas maneras como escritores existen; pero también es, sobre todo, la expresión más maravillosa que yo conozco del deseo de una posibilidad mejor.
Para mí, escribir es la búsqueda de esa posibilidad. Una búsqueda, sin duda. Y, a veces, hasta feroz. Algo parecido a una incesante persecución de la presa más huidiza: uno mismo. Esta búsqueda del reducto interior, esta desesperada esperanza de un remoto reencuentro con nuestro «yo» más íntimo, no es sino el intento de ir más allá de la propia vida, de estar en las otras vidas, el patético deseo de llegar a comprender no solamente la palabra «semejante», que ya es una tarea realmente ardua, sino entender la palabra «otro». Es el camino que un escritor recorre, libro tras libro, página tras página, desde lo más íntimo a lo más común y universal. Sólo así lo personal se vuelve lícito. (...)
Escribir es un descubrimiento diario a través de la palabra, y la palabra es lo más bello que se ha creado, es lo más importante de todo lo que tenemos los seres humanos.
La palabra es lo que nos salva. Pero no la poseemos sin más, para utilizarla como un instrumento; si la tenemos es porque la consagramos a la búsqueda sin fin de una palabra distinta, no común, laboriosa y exaltadamente perseguida, pero que tan simple, tan sencilla resulta cuando la hemos hallado. Como la reconstrucción del instante en que alguien lloró por primera vez: un momento doloroso y difícil. Qué extraño e insólito, qué asombroso parece, y también, que sencillo y verdadero.
Porque todos y cada uno de nosotros llevamos dentro una palabra, una palabra extraordinaria que todavía no hemos logrado pronunciar. Escribir es para mí la persecución de esa palabra mágica, de la palabra que nos ayude a alcanzar la plenitud; ella es la cifra de mi anhelo: que esa palabra pueda llegar a alguien que la reciba como recibiría el viento un velero en calma sorda y desolada, una palabra que acaso le conduzca hacia la playa, una playa que a veces puede llamarse infancia desaparecida, que puede llamarse vida, o futuro, o recuerdo. Que puede llamarse «tú» o «yo». (...)
La palabra «hermano», la palabra «miedo», la palabra «amor», son palabras muy simples, pero llevan el mundo dentro de sí. No siempre es fácil, ni sencillo, descubrirlo. Hay que intentar alcanzar el oculto resplandor de esas palabras, de todas las palabras, o de una sola que todavía nadie oyó nunca pronunciar.
Toda mi vida ha sido una constante búsqueda de esa palabra capaz de iluminar con su luz el país de las maravillas que tanto nuestro mundo como, sobre todo, nuestro lenguaje albergan, y que no siempre nosotros sabemos indagar.
Porque las palabras –lo diré, para terminar, con los versos que cierran el poema de «Alicia»–: «Invaden un País de Maravillas... / Es como ir por un caudal corriendo, / Ligero y tan fugaz como un destello...»
Porque «La vida, dime: ¿es algo más que un sueño?»

jueves, 7 de abril de 2011

¡Vivir es una Fiesta! - Gabriel celaya





¡Vivir es una fiesta!

Tengo las manos llenas de alegrías explosivas

y el cerebro barrido de recuerdos.

Tengo un no-tengo

Cada día que me dan es uno de más.

Nunca me cansaré de agradecerlo

y de decir que no entiendo.

Vivo de día en día, de sorpresa en misterio.

Vivo todos los milagros en barato,

lo alto en bajo, lo tirado

como un disparo que se llena de flores.

Vivo con mil amores,

dando gracias a todo lo que existe

porque existe.

A veces uno trabaja para ganar dinero.

No cuesta demasiado.

Y poder seguir viviendo parece regalado.



Gabriel Celaya

lunes, 28 de marzo de 2011

Camino al revés - Humberto Ak’abal

Yacek Yerka

Camino al revés

De vez en cuando
Camino al revés,
Es mi modo de recordar.
Si caminara sólo hacia adelante,
Te podría contar
Cómo es el olvido.

Humberto Ak’abal

sábado, 26 de marzo de 2011

Automutilacion - DULCE CHACÓN





AUTOMUTILACIÓN

No tiene
sino un surco
en la espalda.
Un tajo.
Allí
donde dio cobijo a un sueño.



No tiene dolor
sino memoria
del espanto.
Un hueco
y el recuerdo de su mano
asistida de furias. 



Dulce Chacón


Lectores en la red

viernes, 18 de marzo de 2011

No tan Alto - Pablo Neruda

                                                   Bryan Nash Gill


NO TAN ALTO


De cuando en cuando y a lo lejos
hay que darse un baño de tumba.

Sin duda todo está muy bien
y todo está muy mal, sin duda.

Van y vienen los pasajeros,
crecen los niños y las calles,
por fin compramos la guitarra
que lloraba sola en la tienda.

Todo está bien, todo está mal.

Las copas se llenan y vuelven
naturalmente a estar vacías
y a veces en la madrugada,
se mueren misteriosamente.

Las copas y los que bebieron.

Hemos crecido tanto que ahora
no saludamos al vecino
y tantas mujeres nos aman
que no sabemos cómo hacerlo.

Qué ropas hermosas llevamos!
Y qué importantes opiniones!

Conocí a un hombre amarillo
que se creía anaranjado
y a un negro vestido de rubio.

Se ven y se ven tantas cosas.

Vi festejados los ladrones
por caballeros impecables
y esto se pasaba en inglés.
Y vi a los honrados, hambrientos,
buscando pan en la basura.
Yo sé que no me cree nadie.
Pero lo he visto con mis ojos.

Hay que darse un baño de tumba
y desde la tierra cerrada
mirar hacia arriba el orgullo.

Entonces se aprende a medir.
Se aprende a hablar, se aprende a ser.
Tal vez no seremos tan locos,
tal vez no seremos tan cuerdos.
Aprenderemos a morir.
A ser barro, a no tener ojos.
A ser apellido olvidado.

Hay unos poetas tan grandes
que no caben en una puerta
y unos negociantes veloces
que no recuerdan la pobreza.
Hay mujeres que no entrarán
por el ojo de una cebolla
y hay tantas cosas, tantas cosas,
y así son, y así no serán.

Si quieren no me cran nada.

Sólo quise enseñarles algo.

Yo soy profesor de la vida,
vago estudiante de la muerte
y si lo que sé no les sirve
no he dicho nada, sino todo. 



Pablo Neruda

sábado, 5 de marzo de 2011

El Pan de cada día - Thiago de Mello


Que el pan encuentre en la boca
el abrazo de una canción
inventada en el trabajo.
No el hambre cansada
de un sudor que corre en vano.

Que el pan del día no llegue
sabiendo a sobra de lucha
y a trofeo de humillación.
Que el pan sea como flor
festivamente recogida
por el que ayudó a la tierra.

Más que la flor, sea el fruto
que nace límpido y simple,
siempre al alcance de la mano.
De tu mano y de la mía.

Thiago de Mello.

viernes, 25 de febrero de 2011

Día a día - San Francisco de Asís





Día a Día

Si quieres ver
tu sueño realizado
constrúyelo despacio.

Si quieres vivir libre...
Ve despacio, día a día,
piedra a piedra.

Construye
tu secreto despacio
y la gloria del cielo
reconocerás.

Haz pocas cosas,
pero hazlas bien;
día a día a la par
tú crecerás.

Principios modestos,
fines elevados.
Obras sentidas
 dan buen resultado.

Construye tu secreto despacio...
despacio.

San Francisco de Asís


miércoles, 23 de febrero de 2011

De los que soy - Iván Camarena





DE LOS QUE SOY.

soy de los malditos que lloran escondidos
debajo de un atardecer
soy de los asesinos que jamás le arrancarían
los ojos a un niño sucio
soy de los pirómanos que pierden las manos
antes de incendiar una flor
soy de los huérfanos que a todo le hayan un techo
soy de los hambrientos con licenciatura
soy de los que se hicieron viejos en el exilio
porque no aprendieron a perderse en su propia tierra
soy de los bastardos que no supieron callarse
cuando se desplomó el rostro mutilado de dios
soy de los heridos que van siendo arrastrados
por su propia lengua de sangre
soy de los que no se salvan
de lo que soy.

martes, 22 de febrero de 2011

Con Palabras - Roque Dalton

Ilustración: Tanya Miller

Con Palabras


El conocimiento completo del mundo de las palabras es imposible, por lo menos para la especie humana y a pesar de lo que insinúa la cibernética. No se sabe ni cómo empezar. La palabra “azul”, por ejemplo, bien puede ser roja o carmelita, en dependencia de estados de ánimo, condiciones climatológicas, plasticidad de la onda sonora o necesidades políticas. Una serie de palabras que no se pudo completar y que tipográficamente se resuelve en puntos suspensivos es el único argumento serio que se puede aportar para probar la existencia de Dios, aunque no necesariamente su salida de la infancia y la posesión de la sensatez que generalmente, muy a la ligera, se le supone. Hay doce palabras en el idioma pipil que producen limpieza del intestino, por no decir otra cosa, si se dicen en voz alta al tiempo de mirarse uno el ombligo alineado hacia el del firmamento. Es evidente que Lord Bertrand Russel no podrá nunca usar la palabras babarabatibiri, chivo o listín sin que todo el movimiento humanista reciba algo parecido a un impacto de bomba submarina. ¿Y qué es la onomatopeya sino una bomba alicate con la cual, después de sentarlas en el sillón del dentista y hacerlas abrir la boca, extraemos el alma de las cosas? Si tomamos las palabras “granada”, “rompedora”, “de”, “ochenta”, “y”, “un” y “milímetros”, y les atamos unos saquitos de pólvora a la cola antes de dejarlos deslizar por el tubo de un mortero adecuado, lo que cae unos cientos de metros delante de nosotros es el momento más agudo del brindis de “La Traviata”, a un volumen tal, que cualquier persona medianamente informada pènsaría que cayó del cielo el edificio completo del Metropolitan Opera House de Nueva York, partiéndose como un coco podrido y dejando escapar aquel escándalo. Hombre despalabrado no es sinónimo de mudo sino de zombie. Un poeta despalabrado puede seguir publicando libros en ediciones de lujo y dar cocktails para ir tirando en las páginas literarias, o ingresar incluso a las Academias o  a los clubs. Pero si Neruda -para citar un caso conocido- tiene algo de zombie a partir de Residencia en la Tierra, ¿cómo descubrir, reconocer, clasificar el virus de lo muerto, el perfil cadavérico en sus libros posteriores, la masa viscosa eliminable para aislar los elementos arquitectónicos que mantienen la fisiología de la locomoción y los desplantes respiratorios del muerto-vivo a quien la sal envenenaría; es decir, en fin, cómo diferenciar una palabra viva de una ya lista para el camposanto? Pues, como decía Enrique Muiño, cuando mueren las palabras comienza la música y ello es muy grave para quienes no somos inmunes a los dolores de cabeza de 70 amperios. Uno de los crímenes más abominables de la civilización occidental y la cultura cristiana ha consistido precisamente  en convencer a las grandes masas populares de que las palabras sólo son elementos significantes. Que la palabra cebolla sólo tiene sentido por la existencia de la cebolla y que la palabra oropéndola sólo vino al mundo para sintetizarnos un plumaje de noche y fuego, un vuelo modesto y un apetito especial para los plátanos maduros. Los chinos han dado otro trato a la palabra y ya se sabe con qué rapidez pasaron de las grandes hambrunas a la bomba de hidrógeno. Nadie bautiza a su hijo Sisebuto sin sentir los sítomas de la meningitis por algunos segundos. ¿Debemos acaso escapar por la tangente -que no sería sino una oscura reiteración de lo que se pretende negar o poner en duda- diciendo que se trata de un nombre que suena mal? ¿Por qué suena mal una palabra libre de significados tabú si no es por algo intrínseco a ella misma, a su corporeidad, a su ser, que es independiente de su función más común, la cual, por otra parte, no tiene necesariamente que ser la única, ni siquiera la principal?  No es obligatorio ponerse a temblar ante estos problemas, pero debemos reconocer que al aceptar la existencia de palabras que no se pueden decir de ninguna manera, establecemos un hecho gravísimo. De él, se me ocurre, podremos partir en fecha no lejana para marcar las limitaciones de la antimateria en física y de la nada en filosofía. Para que después no digan que los poetas pasan con la lira al hombro y el alba sobre el  labio, como decía Otto René Castillo que decía Werner Ovalle López, cosa que además, y no obstante la autoridad que tiene Otto ahora, no es del todo verdad. Se debe tener gran tino sin embargo para no caer en las trampas que nos tiende el enemigo, presente en este terreno como en todo lugar. Una de ellas es la que podríamos llamar “cortina-de-humo-con-substitución-de-función”. Es lo que se ha hecho con las pobres palabras “Sésamo” y “ábrete”, a las cuales simplemente se ha cambiado su oficio de significantes para convertirlas en llavines de cueva de ladrones, escamoteándosenos mientras tanto su verdadera esencia metafísica. Entre “ábrete” como llave y “ábrete” como tal, hay la misma distancia quer entre una venta de candados de medio pelo y la habitación de Kant en Koenisberg, y entre un “Sésamo” y otro “Sésamo”, la que existe entre Walt Disney y Picasso. Otra trampa sería la infamia esa de la “palabra de honor”. Lo que hay que tener es humildad, metodología de la desventaja, la más sutil de las canchas. No sabemos nada y somos orgullosos hasta morir. Deberíamos recordar lo que le pasó a Stalin por hacer de las palabras excepciones del materialismo dialéctico: de ahí la muerte de Babel, de ahí el naufragio-entre-témpanos de la Internacional, de ahí la prosa soviética contemporánea. Si se le hubiera hecho frente al problema con apasionamiento y coraje, otra y magnífica sería la situación. Habría bastado con comenzar a conocer verdaderamente las palabras, a organizarlas para el porvenir, a discutir con ellas sobre la libertad y, sobre todo, a separarlas de las cuasi-palabras, las anti-palabras, las palabras degeneradas (Ej: en El Salvador para decir “caldo” se dice “Calderón”, “sebo” se extravasa hacia “Sebastián” y “medallas” es lo mismo que”me das”, todo lo cual es la degeneración de las palabras pinta y parada, clavada, como diría Julio Cortazar) y las palabras muertas. Nada de cenits ni de nadires, nada de remordimientos al salir de los éxtasis: las palabras más bellas del mundo son: cinabrio, azafata, saudade, áloe, tendresse, carne, mutante, deprecantingly, melancolía, pezón, chupamiel y xilófono, y si he perdido el tiempo en declarar estas cosas porque luego se compruebe que nadie las ha entendido verdaderamente, ha sido en la forma que lo hicieron Jesucristo o Lenin, aceptar lo cual, por lo menos, me hará dormir tranquilamente esta noche. Si no me salen a última hora con que de todos me toca hacer la guardia.


Roque Dalton

martes, 25 de enero de 2011

La Hora del Deja Vú - Carlos Angulo

Es la hora de Orfeo, que pueda mirar atrás libremente a su amada sin tortura, que el camarón duerma sin que se lo lleve la corriente, que Sisifo coloque la primera piedra en la cima de la montaña y nos diga qué hay del otro lado, que paguen los judas la última cena, que Troya no arda más por un pobre amor, que la palabra sea un documento, que valga más camino por conocer que vereda conocida, que el reposo del guerrero en el combate no sea valorado por la burocracia del Seguro Social, que no sea tan dolorosa la flecha de Cupido, que Europa devuelva el oro al Sur que aún existe, que Roma no incendie otra vez las pruebas, que el Papa no se haga el pendejo, que el cardenal cante en sí menores, que el cura no se lleve mis ovejas, que el ladrón de Prometeo devuelva el fuego al pueblo y lo prometido no sea duda sino convicción.

Es hora de que el mejor postor no compre más mierda y que el impostor no sea tan desenmascarado, que el aprtido no está partido, que la camisa de Bolívar aparezca para que no haya más desacamisados en estas tierras de Dios, de la iglesia y de los terratenientes, que el aguantador sea capturado, que a la voz del pueblo le den volumen.

Porque ya en nada nos importa en qué vuelta se echa el perro ni cuando el pez bebe agua, que la carrera del cab ello aparezca en el GPS, que el canto del gallo no sea tan temprano ni su amor tan rápido, que el agua no transcurra por un instante para bañarnos dos veces en el mismo río que da la vuelta, que devuelvan también la risa de la vaca, ni que muera quien mato la gallina de los huevos de oro, ni diente por diente ni talón de Aquiles, ni en casa de herrero cuchillo de palo, porque el que está dentro de este país es el que siente, porque el cargador de la maleta es el que sabe cuanto pesa.

Que nadie se caiga a mentira porque a nadie le quitan lo bailao, que no es un cuento chino, que dios no nos agarre para nada y menos confesados, porque no pagaremos el recibo de la luz de tu mirada, porque no cargaremos ni a coñazos otra cruz, ni nos calaremos más los judas, Pretones, Evas ni culebras, ni diezmos, ni a César, ni las indecisiones de Pilatos.

Que no nos pinten más pajaritos en el aire ni preñaos, ni que el reino está en otro mundo, ni publicidad política fraudulenta, ni medios de comunicación sin radio bemba, porque de nada le sirvió a Hitler el mundial de propaganda, a Grecia la sabiduría dominante y las guerras ganadas para llegar igual al caos más  ignorante, ni a la URSS tomar el camino más largo para llegar al capitalismo.

Porque tenemos mucho que perder. Porque no hay otro reloj para este tiempo. Porque ha llegado la hora: la del sol y la de la luna, la de la sombra y el latido, la de la arena, la de la intuición y el deja vú. La hora del juicio final a todos los quebrantos, a todos los dolores, a la  impotencia, a la desidia, a la burla histórica, a la impune emboscada en Berruecos y a la ensordecedora bala que el 10 de enero de 1860 derribó el cuerpo del general de hombres libres.

En nombre de los que pintaron con sangre el color de las banderas, los que no vacilaron heredar el coraje y el brillo de su gloria para avivar la fortaleza de la lucha en las nuevas generaciones, hasta develar finalmente la cara hermosa de la patria, en lo más ascendente del camino de lo que enunciaron como la bella utopía.

Y honrar, a todos los que nunca araron vanamente el mar, al ser de las dificultades, al que abandonó tranquilidad, nobleza y fortuna y todos los prestigios, el de los sacrificios más terribles, al infatigable de las luces y la moral, del jabón y de las velas al decir del maetro, al delirante de la palabra altitud, al enfático, al de la sed insaciable de la libertad, al de los molinos de viento de América, al que dejó en lágrimas a losgenerales más ventisqueros con su ida eventual, al que la fortuna no tentó ni la desgracia doblegó, al que enamorado del amor murió solo de su presencia como el último poeta, al filosofo de los desesperados quien alegró al mundo con su pasión ilimitada, desinterés y desprendimiento con la gloria del bien, demostrando como se ejecuta lo imposible, quien sin corona siempre estuvo a la altura guerra a muerte, por encima de las conspiraciones y la traición.

Y honrar, el símbolo y la lírica, como la poesía sobre la nieve, al que soñaba en los esteros y emancipaba antes en los sueños, al perseverante de las resoluciones, al que vió la luz en la oscuridad dejando una estela de señales en la senda que abrían los astros, quien colocó ejrecitos en los desiertos y batallas de justicia y belleza en los hielos de la interperie, convencido de fundar el origen de las naciones más deslumbrantes con los materiales humanos de los descamisados y de los siglos.

Honrar, al que dejó impreso sin vacilar, sin dudas, sin pesimismo la más excelsa forma de culminar los días de la vida. Y dejar vivir todavía, eterna e inconclusa su más genuina ilusión que quedó en Panamá, y que continua como espada iluminada por el contacto de su incansable portento de avisor, recorriendo el espíritu de los caminos del Sur. Bajando y dejando su última propuesta unitaria, a cambio de la paz, con él en los epulcros.

Nos toca borrar entonces con la victoria de lo justo, la ignominia y la inclemencia en toda la piel mancillada de la tierra y para siempre, aquellas palabras que retumban en el helado invierno de los desolados como frío dorsal: "¡Vamonos, vamonos! porque esta gente no nos quiere muchachos." (*) Es ahora o ahora.

(*) Simón Bolívar.
                                                        

                                                                                 Carlos Angulo
                                                               de "Entrevista con la Ausencia"