viernes, 29 de agosto de 2008

Credo -Julio Jauregui

Ilustración: Octavio Ocampo

Creo en el Dios de las gaviotas

que empuja las olas con su barba de sal

En las múltiples formas que tienen los niños

para sonreír y creer en la vida de muchos ojos

En el perfume de los fantasmas

cuando el soldado nacido a la intemperie

recuerda las canciones de su madre

y se olvida de la bayoneta

y de los grandes buitres condecorados.

Creo en los besos y los caramelos

que se olvidan sobre los asientos

Y también creo que este camino que me ha tocado

no es el mejor pero me gusta

Me acompañan las mujeres que enloquecen de amor

las manitas pegajosas de mis hijos

los grandes árboles de brazos erguidos

y ese montón de instantes

en que me he distraído inevitablemente

y de pronto travieso

con el traje desnudo de mi amada

y siento todo el cuerpo precipitado

como un pez en un tubo de ensayo.

Finalmente y antes de iniciar el testamento

quiero dejar constancia de que sigo creyendo

Y creo por más tierra que me echen encima

en las tarimas desgastadas por el viento

en los demonios olvidados

en el hambre demasiado temprana

en el dios del asombro

en las grandes arremetidas polvorientas

en las puertas cerradas de las alcobas

en las canciones de cuna

en los párpados cerrados con un beso

Para creer que algún día

se van a podrir los baúles del odio

y van a germinar las flores sobre el cementerio.


Julio Jauregui

sábado, 23 de agosto de 2008

Chiquilín de Bachín - Chabuca Granda

Chiquilín de Bachín
Tango

Música: Astor Piazzolla
Letra: Horacio Ferrer



Por las noches, cara sucia
de angelito con bluyín,
vende rosas por las mesas
del boliche de Bachín.

Si la luna brilla
sobre la parrilla,
come luna y pan de hollín.

Cada día en su tristeza
que no quiere amanecer,
lo madruga un seis de enero
con la estrella del revés,
y tres reyes gatos
roban sus zapatos,
uno izquierdo y el otro ¡también!

Chiquilín,
dame un ramo de voz,
así salgo a vender
mis vergüenzas en flor.
Baleáme con tres rosas
que duelan a cuenta
del hambre que no te entendí,
Chiquilín.

Cuando el sol pone a los pibes
delantales de aprender,
él aprende cuánto cero
le quedaba por saber.
Y a su madre mira,
yira que te yira,
pero no la quiere ver.

Cada aurora, en la basura,
con un pan y un tallarín,
se fabrica un barrilete
para irse ¡y sigue aquí!
Es un hombre extraño,
niño de mil años,
que por dentro le enreda el piolín.

Chiquilín,
dame un ramo de voz,
así salgo a vender
mis vergüenzas en flor.
Baleáme con tres rosas
que duelan a cuenta
del hambre que no te entendí,
Chiquilín.

NEGRA - Victoria Santa Cruz

viernes, 15 de agosto de 2008

Regalo de amores

Canción del compositor Juan Ladino nativo del Estado Lara, interpretada por Isumak Ladino y Rafa "Yuca" González en la guitarra.

lunes, 11 de agosto de 2008

Más sobre colibríes




Más sobre colibríes
en
Taller donde reparar alas de colibríes
en
Alejandra Gómez Montero

Siempre... Ella - Rafa "Yuca" González


Hombres y animales, machos y hembras, trazan su vida ganando territorios y poder, casi como una causa natural, según sus condiciones construyen el camino que recorrerán como vida hasta descubrir el último paso de su recorrido.
En este caso, se trata de “ella”. Su espacio, su dominio, son calles, callejones, caminos, casas, edificios y muchas escaleras. Valdría reconocer su gracia, agilidad y soltura, por lo conocida y popular que es entre todos quienes frecuentan cada lugar comprendido dentro de su resguardada extensión; ya que no posee atributos de grandiosa y espectacular belleza.
Pero, cuántas veces no es ella quien aparece en cualquier nocturno viernes mientras se desarrolla aquella espontánea conversación que raramente ocurre, aquella que se alimenta de recuerdos, o que saca confesiones entre amigos, luego de todos los sorbos provocados por el cierre de la semana de trabajo o sencillamente por no querer abrazar soledades solo. Cuántas veces, recostados de un carro, una pared o una cerca, la hemos visto llegar de la oscuridad saludando y brindando su alegre compañía, incluso a quienes no conoce, eso sí, por un rato nada más, porque siempre se va más rápido de lo que uno logra darse cuenta. Tal vez por el alcohol (nuestro).
Ella no permite alborotos ni incursiones de desconocidos dentro de su campo, si algo así pasa, inmediatamente sale a imponer lo que se ha sabido ganar por su forma de actuar con lo que le pertenece.
Ella tiene una falta, una falta que para cualquiera sería muy grave, pero al parecer, no tanto para ella. Ocurrió siendo pequeña, dicen que fue en una pelea. Pero desde ese momento asumió esa falta como parte de los tratos que da la vida, así que de las cuatro patas originales, se ha sabido incorporar a su propio andar desde ese momento sólo con las tres restantes, dos delanteras y la trasera derecha. Aquella trasera pata izquierda se extinguió en las fauces de aquel perro que no se atrevió a cazar esa pelea en estos momentos en que mejor puede defenderse. Ahora, por estos días, quizás esa falta también sea parte de su reconocimiento entre quienes la encuentran con más frecuencia.
Muchas conversaciones he inundado con lo que sé de ella, es parte de mis contados cuentos. La mocha, es ella la mocha. Con sus colores marrón y blanco repartidos en todo su pelaje sucio de tanta calle y lluvias.
La mocha, se adueñó de la calle, se hizo querer por niños, borrachitos y todo aquel que se entusiasmara con su presencia. Semejaba una especie de vigilancia, era la cuidadora del territorio con sus habitantes comunes, ahuyentaba a los perros desconocidos y era una gran acompañante de los nocturnos vaciadores de botellas, hasta la gota final que indica el tambaleante regreso a casa, y ella, se conformaba con una acera o debajo de cualquier carro para echar al descanso su asimétrico cuerpo.
Así era ella, la mocha, con más gracia que muchos que ostentan en la nada y no les falta una pierna.