jueves, 30 de septiembre de 2010



Toda la solidaridad, toda la suma de buenas voluntades, todo el coraje, imaginación, creatividad, toda las sumas posibles hacia el pueblo ecuatoriano y por la inmediata restitución del presidente Correa. Los que sean indiferentes que asuman su complicidad y que se sigan prestando a lo que Gandhi decía: "No me molesta tanto las cosas malas de la gente mala como la indiferencia de la gente buena"

sábado, 18 de septiembre de 2010

Mira... Carlos Augusto León



Mira las nubes
quien no mire las nubes
no sabrá mirar hacia lo alto.

Mira el horizonte
quien no lo mire
no sabrá mirar hacia lo lejos.

Mira los árboles, las flores
aquel que no lo haga
no sabrá mirar hacia su alrededor
Mira los hombres
porque quien no lo mire
nunca podrá contemplarse a sí mismo.

Carlos Augusto León

domingo, 5 de septiembre de 2010

Capitulo 68 - Rayuela - Julio Cortázar


Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

Julio Cortázar