Cuando los niños juegan, hasta la muerte vive: una pelota danza, una madera le hace vuelo, un viejo periódico es un barco en el mar pasajero de una lluvia. Todo es juego, el sol a través de un vidrio de botella incendia hierbas, una niña de cinco años ya es la abuela de una muñeca hecha de forros de almohadas donde ya nadie duerme. La desgarradura de una tabla vieja es una espada y una camisa vieja es una capa. El "Zorro" es de verdad el zorro, y no hay, entre niños, religión ni sacerdote.
Los niños se juntan con los perros, con los gatos, con la arena para los castillos y con el mar para tantas aventuras.
Conocí a un niño que viajó sobre un dinosaurio azul por el fondo de la tierra, cabalgó sobre el caballo de Marco Polo, habló con un pozo muerto y conversó con una iguana.
Hay niños en el mundo, muchos, que sueñan con comida y amanecen con hambre. Debes saberlo tú que ahora comes y tienes otros sueños. Tú y Juancho juegan con la guerra de las galaxias, con monstruos japoneses y con armas de plástico, fabricadas en el Norte para los niños del Sur, vendidos por viejecitos amables en tiendas del niño Jesús y compradas por padres amorosos como nosotros. Nada malo.
Hay otras tierras donde hay niños que juegan con armas de verdad, fabricadas donde mismo fabrican los juguetes.
Una carta de sueños y de juegos andaría coja si no cuenta el cuento del niño sin la pierna y del que quedó zurdo porque perdió la derecha. El niño de Solentimane jugando con el sombrero del padre que dió un brinco y se durmió en el patio y la niña de Argentina que murió en el aire con un terrón en la boca. Nada bueno.
Sí, ya sé, ya va, ya iré contando cartas. La vida es un rollo donde todos tenemos un cuento y los niños juegan con la vida y con la muerte, dos caballitos que vienen de Francia: corren que corren y ninguno se alcanza.
De "Cartas a Sebastián para que no me olvide"
De Orlando Araujo
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